Mis ensayos

 

1. La tía Gertrudis.

Todos tenemos a ese familiar, habitualmente suele tratarse de una tía o tía abuela, de más de sesenta años de edad, que vive a entre dos y doce horas de viaje, y que, siempre que el destino hace que nos encontremos con ella, arremete contra nosotros empleando una táctica a la que ni las más antiguas llaves de las artes marciales orientales logran superar: se trata del pellizco en la mejilla.
Procedamos pues, a indagar en este arte, con las lagunas por supuesto de décadas y décadas de estudio, que nunca serán suficientes. La maniobra es, al parecer, bastante sencilla, lo cual no quita que su ejecución pueda ser mortal. Consiste en cerrar todos los dedos de una mano exceptuando el índice y pulgar, que serán los que hagan todo el trabajo sucio. El índice será doblado como si fuera a acompañar a los otros tres, pero se sacará del puño, y el pulgar se colocará en forma de "OK", pero doblando ligeramente la primera falange.
A la hora de dar el pellizco, los dedos índice y pulgar harán las veces de pinza, aniquilando la mejilla del sobrino infeliz y desprevenido. Para un mayor regocijo, los expertos recomiendan retorcer la piel una vez sujeta, siempre lentamente.
Sin embargo, estos estudios no sirven sino para una mayor documentación en cuanto a este arte, ya que se ha demostrado que la táctica del pellizco en la mejilla nace y se desarrolla a la vez que la propia gertrudis en cuestión, (gertrudis con minúscula ya que me refiero a la especie en general). Además, la posibilidad de defenderse frente a este ataque, producto del mal de la naturaleza, es prácticamente nula.
Aún así, los científicos han desarrollado unas técnicas, tomadas de los veteranos americanos de la guerra de Vietnam, para hacer que el dolor sea más llevadero. La más eficiente de todas consiste en tomar una tira de tela, enrollarla con ella misma, y morderla a la vez que a uno le están aplicando el pellizco en la mejilla.
Nos tendremos que conformar por tanto, con seguir con nuestras vidas aguantando a la tía Gertrudis cada vez que vayamos a visitarla o que ella venga a visitarnos a nosotros, y resistir con fuerza y honor el pellizco en la mejilla.

Nicolás. A



  2. Ruinas circulares, de Jorge Luis Borges

El cuento trata de un hombre que viaja hasta llegar a un templo con el único propósito de dormirse y soñar un hombre, es decir, crear un hombre desde su sueño. Elige este templo porque le permitía saciar sus necesidades, (hambre, sed), gracias a unos leñadores, y dedicarse por completo a la tarea de soñar.
Al principio sus sueños son caóticos, pero van adquiriendo lo que el autor llama "naturaleza dialéctica). Sueña que busca a alguien que de verdad mereciera nacer, pero ninguno de sus " alumnos", (que son los que él tantea para descubrir si merecen nacer), parecen apropiados. Hasta que una tarde se ve sólo con un alumno. Pero entonces despierta. El hombre busca formas de cansarse para volver a dormir y cuando lo consigue, empieza a soñar con un corazón humano.
Pasan años hasta que consigue terminar de soñar a lo que él reconoce como su hijo. Y le manda pruebas para probar si realmente existe. El hijo puede hacerlo como cualquier persona lo haría en el mundo real. Pero luego se preocupa porque su hijo empiece a dudar de su existencia, y entonces siente que es viejo, y le ha llegado la hora de morir.
Al final, el hombre descubre "con alivio, con humillación, con terror" que él también era producto de un sueño.
El hombre sabe que su hijo no es más que una proyección de su mente, pero sin hijo no lo sabe. El hombre da por hecho que su hijo existe sólo cuando el hombre puede percibirlo, conocerlo. "El hijo que he engendrado me espera, y no existirá si no voy". 
En la vida real también hay veces que surge este interrogante, cuando no sabemos con la certeza de este hombre si estamos soñando o no. Por poner un ejemplo muy simple, visto en clase por cierto, lo que el hombre del cuento plantea es que si una persona se encuentra en una habitación oscura y alumbra con una linterna sin poder moverse, lo que ve existirá porque lo está viendo o existe antes de que lo veas.
La forma de enunciar esta idea filosófica es si las cosas son porque las conozco, o las conozco porque son. El hombre del sueño tiene claro que su hijo es porque y cuando él lo conoce. Sin embargo no duda de su propia existencia, hasta que al final se da cuenta de que él también era una proyección, un ser que sólo existe porque alguien se lo está imaginando en un sueño.
Pero ¿pasa lo mismo con las cosas que están fuera del sueño? el templo que ve antes de descubrir que él era parte del sueño de otro, ¿existía antes de que él llegara? Esta es la idea filosófica que plantea Borges. Si las cosas son porque las conocemos, o las conocemos porque son.
Nicolás A.

3. Siete Escenas

Escena 1. Estoy tumbado en un sofá rojo. La televisión está encendida. No me encuentro muy bien. De repente, al otro lado de la ventana, se distingue una silueta que podría recordar a Hitchcock en la presentación de una de sus películas. Pasa de largo. Debe ser ya la cuarta o quinta vez que la veo.

Escena 2. Estoy en la misma habitación de antes. Hay varias personas, quizá unas veinte, alrededor de una tarta. El hombre de la silueta y un niño que está de pie a su lado soplan las velas. Los móviles graban los aplausos y risas de todos los que están allí.

Escena 3. Subo unas escaleras. Entro en un despacho. El hombre de la silueta me llama para que me acerque. Ha estado recortando artículos del ABC. Me ofrece Juanolas. A mí me parecen demasiado amargas, pero aún así cojo un par.

Escena 4. Entro en la habitación del principio. Dos mujeres extranjeras, se despiden con lágrimas en los ojos de otra mujer. Ella también llora.

Escena 5. Vuelvo a entrar en la habitación. El hombre de la silueta está sentado en un sillón, junto al sofá rojo, tapado con una manta marrón. Cables de plástico salen de su brazo.

Escena 6. Entro en otra habitación, muy distinta a las otras. Esta es blanca. En una camilla, el hombre de la silueta. "Eres tan listo como tu padre" dice.

Escena 7. Está lloviendo. Dos hombres hacen una mezcla grisácea mientras se oye un Salve Regina cantado por hombres y mujeres de negro. Terminan la mezcla. Se tapa la tumba.

¡Hasta siempre, abuelo!

Nicolás. A




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